Los ritos y la sociedad del espejo. Entrevista a Jesús González Requena

Por Julio César Goyes Narváez 
Bogotá, Colombia

Yo pienso con las imágenes.

A mí lo que más me interesa es
cómo se construye la subjetividad humana.

Jesús González Requena

Jesús González Requena, catedrático de Comunicación Audiovisual, coordinador del doctorado en «Teoría, Análisis y Documentación Cinematográfica» en la Universidad Complutense de Madrid y presidente de la Asociación Cultural Trama y Fondo. Es autor de La metáfora del espejo. El cine de Douglas Sirk, Hiperión, 1986; El discurso televisivo: espectáculo de la posmodernidad, Cátedra, 1988; El espectáculo informativo. O la amenaza de lo real, Akal, 1989; Eisenstein. Lo que solicita ser escrito, Madrid, Cátedra, 1992; El spot publicitario. Las metamorfosis del deseo, Cátedra, 1995; Léolo: La escritura en el umbral de la psicosis, La Mirada, 2000 (los dos últimos con Amaya Ortiz) y Los tres Reyes Magos: La eficacia del relato simbólico, Madrid, Akal, 2002; Clásico, Manierista y Posclásico: los modos del relato en el cine de Hollywood (Castilla: Valladolid, 2006); La Diosa que Habita en el Cine de Buñuel: amor Loco en el Jardín, Madrid, Abada, 2008; y La apoteosis del sicópata, Caja de Madrid, 2008.

Ómnibus: Ahora mismo nos viene a la memoria el nombre de Douglas Sirk, el tema de tu tesis doctoral de 1984, y que tiene que ver sin duda con la génesis de tu último libro. ¿Qué descubrió allí?

Jesús González Requena: Básicamente una idea que me hizo cambiar en profundidad la manera de pensar la historia del cine americano que yo había estudiado. La idea de que el cine clásico entraba en crisis a partir de los años cincuenta, y que había un periodo manierista donde básicamente el relato clásico había dejado de funcionar en profundidad, porque aparentemente seguía funcionado en la superficie. Es decir, el arte cinematográfico del siglo veinte que básicamente en su forma clásica residía en Hollywood, seguía un trayecto parecido a lo que fue el arte clásico renacentista que residió en Italia a mediados del siglo XVI, empezó a sufrir una crisis que no se manifestó explícitamente y que los historiadores con el tiempo han reconocido como manierismo. Entonces, sobre ese modelo me puse a trabajar y me llevó a pensar sobre el modelo clásico.

Ómnibus: Lo que nos llama la atención de su investigación es esa búsqueda sobre lo textual, la defensa de lo estético. Esa discusión que entabló entre lo comunicativo -lugar del código y del mensaje- y ese aspecto productivo y creativo donde trabaja la escritura fílmica; ese tomar partido de la subjetividad.

JGR: Yo me he apartado de una forma intuitiva de los modelos objetivistas en el trabajo cinematográfico, porque el arte es básicamente una experiencia subjetiva, si utilizas un método objetivo no te puedes aproximar a esa subjetividad. Sirk me interesaba porque su manera de hacer cine me afectaba, tenía algo que ver conmigo, esa manera de hacer melodrama en esa época de la historia del cine. Yo no quería hacer estudios objetivistas al margen de mi experiencia, sino un estudio donde mi experiencia se ve completamente implicada, atravesada en esos textos.

Ómnibus: En sus artículos hay algo que «quema» y es cuando escribe que hay que comenzar por el «punto de ignición», ¿qué es eso?

JGR: El punto de ignición es literalmente algo que te escuece lo suficiente y que tu no entiendes; entonces, si yo sé que algo me escuece en mi relación con un texto y yo no lo entiendo -entre otras cosas, si lo entendiera no me escocería-. Lo interesante del escozor es que se produce en un lugar que no se entendió. No es donde yo digo y noto el escozor, sino que ese escozor lo notas en otro lugar que no es el lugar del yo que entiende. El punto de ignición permite localizar de una manera inmediata el inconsciente y por lo tanto permite trabajar desde allí, porque el espectador, el lector de una obra de arte nunca trabaja la conciencia sino el inconsciente. La dificultad de una buena metodología de análisis precisamente es poder acceder a esa ignición y, el principal obstáculo que hay que remover, es el yo conciente que se resiste como gato patas arriba en la comprensión de esos mecanismos subjetivos que son los estéticos.

Clásico, posclásico, manierista. Libro de Gonzalez Requena

Ómnibus: En su libro Clásico, manierista y posclásico lo que uno ve es una revaloración del relato simbólico del cine clásico de Hollywood. ¿Cómo es posible ese reencuentro?

JGR: Lo que no es posible es que una civilización sobreviva sin esa subjetividad. Cuando una cultura intenta romper todo anclaje mitológico renuncia a todo universo simbólico; es decir, si una civilización pretende ser puramente psicosis a nivel de la conciencia y vaciarse simbólicamente, se ancla en el plano de lo objetivo desasistiendo al sujeto de su anclaje subjetivo, en mi opinión esa civilización no sobrevive, ha iniciado un proceso de autoaniquilación, una especie de suicidio cultural. De manera que sobrevivir y poder avanzar porque nada puede quedar quieto, no se puede vivir eternamente de los relatos simbólicos del pasado, hay que seguir produciendo simbólicamente, pero esa producción sólo puede desarrollarse en una cadena.

Ómnibus: En el congreso de análisis textual que organizó Trama y Fondo en Segovia, nos llamó la atención el hecho de que se puede hacer análisis de cualquier texto; es decir, no siempre hay que remontarse a las obras clásicas, pues podríamos hacer análisis de cualquier film posclásico y encontraríamos allí esas heridas, esas falencias…

JGR: …o su ausencia total, quiero decir que no todos los textos son simbólicos, pero todos son analizables en esta perspectiva y de hecho aunque tengo mis predilectos visito diferentes. Frente al modelo de los relatos simbólicos puedes trabajar el modelo radicalmente opuesto, por ejemplo, el manual de instrucciones de un electrodoméstico. Bueno, yo he trabajado este texto como referencia y es más, yo creo que es una de las mejores entradas, muy eficaz para pensar por contraposición. Entonces, si tú analizas en la estructura de un manual de instrucciones, lo primero que descubres es que es un texto que rechaza y que no deja espacio posible para la descripción de la subjetividad. Aunque es un texto que te interpela como un usuario objetivo, anónimo, general, universal. Es un texto que te devuelve un discurso chato, plano, puramente funcional. En buena medida nuestra sociedad se configura hoy en día sobre textos así y por eso la subjetividad está desasistida, pero desde el mismo modelo puedes analizar textos de todo tipo, claro, el manual de instrucciones es un texto sin ningún atractivo estético, pero puedes coger una de las grandes obras del arte posclásico, por ejemplo, donde todo es desgarro y donde nada se resuelve simbólicamente, y ese si es un objeto estético poderoso donde puedes llegar muy lejos, aunque al mismo tiempo constatas que es un texto que tiende a hundirse en un universo sicótico.

Ómnibus: Hablemos del punto de vista donde se pone la cámara.

JGR: Eso es decisivo, claro.

Ómnibus: Cuando los actores miran a la cámara y ésta está todo el tiempo presente, el espectador no tiene oportunidad de gozar simbólicamente, se tensa y participa pero no como mediación. Poner la cámara fuera de lo especular es poner la Ley del padre, según tú.

JGR: Tiene que haber una referencia tercera para que todo pueda circular, el eje de la mirada a los ojos es el eje especular por antonomasia, cuando uno se mira al espejo se mira a los ojos, cuando alguien está enamorado y recibe una mirada de amor está en ese espejo, no, es un eje que también puede romperse y de hecho todo el cine posclásico está en esa dialéctica entre la fascinación y la ruptura, pero no hay mediación simbólica, la mediación pasa siempre por un tercero.

Ómnibus: ¿Hay esperanza en una sociedad del espejo?, ¿hay opciones?

JGR: La sociedad en tanto que sobrevive no está en el espejo, en tanto que está en el espejo no sobrevive; esto es inapelable, para mí al menos tiene una tradición tan directa en términos de natalidad, de capacidad de reproducción. O sea, la gente que está en el espejo no puede reproducirse, por tanto está culturalmente muerta aunque se dedique a la cultura, porque lo biológico es una infraestructura decisiva de lo humano y no como se piensa separada de lo cultural. Lo que percibimos es que en el espejo cesa la infraestructura de la civilización.

Ómnibus: Esto nos lleva a uno de sus libros más bellos y poéticos Los tres Reyes Magos. Podríamos sintetizar con una frase «hago el rito pero no creo». Tu demuestras la importancia de los rituales que mantienen los padres como rasgo fundamental para el proceso civilizatorio del niño.

JGR: Lo fundamental no es lo que la gente piensa concientemente que piensa, lo fundamental es que en cualquier caso dejen espacio para que el inconsciente pueda funcionar, y eso es lo que hacen los padres que dicen que no creen en los Reyes Magos, pero mantienen vivo el ritual para los niños y por tanto para sí mismos. Donde encontramos conductas senectales es en esos padres que se sienten obligados a borrar absolutamente todo ritual, su conciencia quiere colonizarlo todo y por tanto lo primero que hacen es prohibir los Reyes Magos en su casa, o prohibir que sus hijos hagan la primera comunión, aunque sus hijos estén empeñados en hacerla; consideran que eso es reaccionario o de derechas y lo que están quitando a los niños es un ritual de paso y la capacidad de simbolizar.

Ómnibus: Caminando por Segovia le escuchamos decir: «yo pienso con las imágenes». Para otros académicos las imágenes son accesorios, a la sumo soportes; además, tus clases comienzan con 20 minutos de imágenes.

JGR: Claro, pero no porque las imágenes vayan contra los conceptos, todo lo contrario, me ayudan a conceptualizar; al mismo tiempo tienen un poder de sugerencia extraordinario y, además, no es que trabaje con las imágenes en general, sino que siempre trabajo con las imágenes que me tocan, entonces me pongo a pensar con ellas manipulándolas, de hecho todos los pensadores han trabajado con las imágenes, fíjate Platón.

Ómnibus: ¿Sobre qué está escribiendo ahora?

JGR: He acabado un libro sobre El club de la lucha (David Fincher, 1999), es una película posclásica buena, psicótica, muy ejemplar del retorno de la violencia a flor de piel en la sociedad moderna entre los jóvenes; es una película donde se vive esa psicosis que se infiltra en el espacio cultural.

Nota:

Diversos artículos de Jesús González Requena pueden leerse y descargarse de:
http://dialnet.unirioja.es/servlet/extaut?codigo=20711

Fuente: Ómnibus Nº28, Año V, septiembre 2009 http://www.omni-bus.com/n28/cine.html